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Francisco, el papa ‘peronista’ que los argentinos odian amar | Connectas

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Argentina.- “¡Dios Mío!”, tituló en su tapa el diario Página 12 el 14 de marzo de 2013 ante la elección de un papa argentino. Y en el texto, aseguró que como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio “ha sido denunciado por complicidad con la dictadura militar, mantuvo una relación conflictiva con los gobiernos kirchneristas y fue un tenaz opositor del matrimonio igualitario y las políticas de educación sexual y salud reproductiva”. El 22 de abril de 2025, doce años después, el mismo diario puso “A Dios” en la tapa al anunciar la muerte, ya no de Bergoglio, sino del papa Francisco.

No solo Página 12, un medio alineado con el kirchnerismo, dio una voltereta como esa. También la dieron muchos argentinos, desde la presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto (muy cercana a los últimos gobiernos peronistas) hasta la propia Cristina Fernández de Kirchner, para quien Bergoglio pasó de ser un obispo “de derecha” y el “verdadero representante de la oposición”, al papa “progresista” por el que corrió al Vaticano para fotografiarse con él.

El peronismo ha resultado más papista que el papa en Argentina, pero no es el único. Javier Milei llegó a llamarlo “el representante del maligno en la tierra” cuando era candidato. Pero tras su muerte, el presidente elogió su “bondad y sabiduría” y su Gobierno lo calificó como “el argentino más importante de la historia”. Una frase que hoy repiten a coro muchos que, hace 12 años, se taparon la nariz al ver al jesuita convertirse en el monarca de la Iglesia Católica.

Esas contradicciones forman parte del ADN de este país, que durante estos años se debatió entre la gloria de tener a uno de los suyos como papa, y la angustia por su incapacidad para resolver algo tan básico como la inflación. Es un país que vio nacer a cracks como Maradona y Messi, ídolos de millones en el mundo, pero que también exporta cierta arrogancia que persigue a los argentinos fuera de sus fronteras. Una nación gobernada hoy por un Milei inexplicable para parte del planeta, pero que en su momento dio al mundo a otro político indescifrable, Juan Domingo Perón. Al padre del “peronismo”, el movimiento político más importante del siglo XX y el más popular; tan popular como ahora es Francisco, el papa que los argentinos (y los peronistas) amaron odiar y ahora odian amar.

Un papa ¿peronista?

“Francisco es incomprensible sin Bergoglio; Bergoglio sin el peronismo; y el peronismo sin el nacionalcatolicismo que con varios matices impregnó a la Iglesia y a la cultura argentina”. La frase, que suscribe el historiador Loris Zanatta, da en el blanco de la crítica más sostenida en Argentina contra el fallecido pontífice. Pero este siempre defendió su independencia: “Nunca estuve afiliado al partido peronista, ni siquiera fui militante o simpatizante del peronismo”, dijo Francisco en el libro “El Pastor”, una larga conversación con los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti.

Sin embargo, cada vez que el pontífice ponía el foco en conceptos como la justicia social o la defensa de pobres y desposeídos, o apelaba al “pueblo”, salían al voleo las acusaciones de que era un papa afín a la narrativa peronista.

El analista internacional Luis Rosales, que escribió el libro Francisco, el argentino que puede cambiar el mundo, evita identificarlo como “peronista” aunque reconoce esas influencias. Entrevistado por CONNECTAS, opina que “indudablemente, en la Argentina el peronismo es muy influyente. Y al haber estado Bergoglio en lugares tan protagónicos de la Iglesia local durante épocas muy complejas, en algunos momentos ha pasado cerca del peronismo”.

Y Perón tampoco estaba lejos de la doctrina de la Iglesia. Rosales cita la encíclica de 1871 Rerum Novarum de León XIII, que promueve la tercera posición eclesiástica: ni socialistas ni capitalistas a ultranza. En ella —dice el analista— se inspirará décadas más tarde el fundador del peronismo.

Ignacio Zuleta, autor de un libro titulado precisamente El papa peronista, explica que Francisco estudió en el seminario en los años cincuenta y sesenta, cuando estaba en boga el nacionalismo católico en su versión peronista: “En ese mundo se forma Bergoglio, en la pata local de la Teoría de la Liberación. Y lleva esta doctrina al Vaticano”.

Pero Zanatta va más allá. En su texto, menciona dos rasgos de Francisco que se repiten en la doctrina de Perón, además del populismo: el antioccidentalismo y el antiliberalismo. “No ha habido viaje al Sur del mundo en el que Francisco no haya advertido a los ‘pobres’ que no sucumban a las tentadoras sirenas del progreso occidental”, escribió el autor italiano.

El legado del primer papa latinoamericano

Mientras en Argentina se resignan a la partida de su hijo más universal, en el mundo el verdadero legado de Francisco aún está en debate. Fue el primer pontífice no europeo en más de 1.300 años. Llegó desde “el fin del mundo” –como él lo describió al desembarcar en el Vaticano– y abrió la puerta a geografías nunca antes representadas en el colegio cardenalicio que elegirá a su sucesor.

En sus 12 años de pontificado, viajó 47 veces y visitó 66 países. En siete viajes a América Latina, visitó diez países (pero no Argentina, otra contradicción para sus compatriotas). En este sentido, su papado implicó una idea revolucionaria: “No es el mundo hacia Roma, como era antes: sino Roma hacia el mundo. Él sacó la silla de Pedro en estos 47 viajes por el mundo en los cinco continentes”, le dice el vaticanista Néstor Pongutá a CONNECTAS.

Otro hombre cercano al Vaticano, el periodista español José Manuel Vidal (director del medio Religión Digital), valora la condición de argentino y latinoamericano de Bergoglio para el estilo que impuso en su papado. Como explica a este medio, “la sinodalidad, la comunidad, la empatía, la cercanía, todas estas cualidades que en la Iglesia occidental se ven mucho menos y que en las iglesias de Latinoamérica todavía se viven a fondo”.

Cuando Jorge Bergoglio viajó en marzo de 2013 al cónclave que elegiría al sucesor del renunciado Benedicto XVI, se llevó sólo una pequeña valija pues esperaba regresar a Buenos Aires en un par de semanas. No podía saber que jamás volvería. Ni que se convertiría en Francisco, el Papa “peronista” que hizo historia y que hoy los argentinos lloran. Y odian amar.