
Estados Unidos (Por Julio García G. / Periodista de Ciencia).- A pesar de haber escrito una vasta y admirada obra de divulgación de la ciencia, el astrónomo estadounidense Carl Sagan únicamente escribió una novela de ciencia ficción, Contacto, en 1985, cuya fama creció vertiginosamente cuando en 1997 el director Robert Zemeckis la llevó al cine.
Una de las frases más significativas que aparecen en la novela –en la película también se menciona varias veces– es cuando uno de los personajes afirma que “el Universo es un lugar bastante amplio. Si solo somos nosotros, parecería un terrible desperdicio de espacio”.
Y es verdad: si solamente fuésemos la única civilización que puebla el Universo, entonces realmente sería un gran desperdicio de espacio dada su inmensidad.
Hasta el momento, y a pesar de que desde el punto de vista no científico se hayan dicho muchas cosas con respecto a que existen civilizaciones extraterrestres que ya nos han visitado, y que inclusive han logrado comunicarse con nosotros, tales afirmaciones carecen de valor, al menos desde la perspectiva de la ciencia.
De hecho, hasta la fecha, no se han encontrado indicios de civilizaciones extraterrestres en otros sitios del Universo, ni siquiera en los cometas que vienen de fuera del sistema solar, como el recientemente descubierto cometa 3l/Atlas.
Trayectoria del cometa 3I/Atlas. Imagen: NASA-JPL.
Pero, ¿es posible encontrar estas civilizaciones? Quizá sí existan, dado que hasta la fecha se han hallado, gracias a las observaciones realizadas con potentes telescopios, más de 5,000 exoplanetas (planetas fuera del sistema solar) distribuidos en varios puntos de nuestra galaxia, a pesar de que la mayoría no tiene las condiciones necesarias para albergar vida.
Sin embargo, la frase escrita por Sagan en su novela sigue resultando inquietante porque obliga a imaginarnos escenarios en los cuales sí podría ser probable contactar con este tipo de civilizaciones a partir de las señales de radiofrecuencia que tanto estas civilizaciones podrían emitir, como nosotros lo hacemos día con día desde la Tierra.
Por ejemplo, hace unos días, un grupo de científicos de la Universidad de Pensilvania, y del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, dio a conocer una investigación muy interesante publicada en la revista iThe Astrophysical Journal Letters.
En ésta mencionan que alrededor del 79% de nuestras transmisiones espaciales se concentra en una franja muy estrecha, de solamente 5% del plano orbital terrestre.
Esto significa que todas las señales de radio que emitimos al espacio no se dispersan de forma aleatoria, sino que siguen un patrón determinado que se encuentra en esa estrecha franja.
Por lo tanto, la búsqueda de vida en otros planetas debe de comenzar desde la perspectiva de nosotros mismos, es decir, de cómo los seres humanos emitimos señales y cómo este patrón es muy probable que se repita en el caso de que otras civilizaciones estén, también, intentando comunicarse.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron 20 años de registros de radio de la Red Espacial Profunda (DNS, por sus siglas en inglés) de la NASA durante un periodo comprendido de 2005 a 2025. Este periodo abarca más de 92 años de operaciones (funcionamiento acumulado y no cronológico) de antenas distribuidas globalmente.
Dicha red, que por cierto tiene instalaciones en sitios estratégicos como Estados Unidos, España y Australia (con la finalidad de abarcar la mayor parte del cielo), tiene la peculiaridad de que con ella se hacen los enlaces y se envían las instrucciones, a través de ondas de radio, a los robots que se encuentran en Marte.
También, permiten la comunicación con las sondas que han sido enviadas a otros planetas dentro del sistema solar como a Júpiter, Venus y Mercurio (por mencionar solo algunos) y, por supuesto, con las naves Voyager 1 y 2 que actualmente han logrado cruzar la heliopausa y las fronteras del sistema solar en un viaje que comenzó en los años setenta.
Lo que también demuestra este nuevo estudio es que la huella radioeléctrica de la humanidad se concentra a lo largo de trayectorias predecibles.
Por ejemplo, cuando los científicos intentan comunicarse con algún robot situado en Marte, y cuando hay una conjunción entre la Tierra y este planeta, las comunicaciones con los robots se intensifican de forma importante en el periodo que dura esta alineación.
Por lo tanto, los investigadores ahora proponen que para que se produzca comunicación entre nuestro planeta y un exoplaneta, sería necesario que alguno de estos exoplanetas –que se encuentran a varios, cientos o miles de años luz– esté en el mismo plano orbital (con la misma orientación y alineación) en función de la Tierra.
Esto aumentaría drásticamente las posibilidades de interceptar una señal alienígena porque la probabilidad de que una supuesta civilización intercepte nuestras transmisiones de radio representaría una ventaja exponencial de 400,000 veces, comparado con observar desde una dirección aleatoria en donde no existiese alineación planetaria.
Hasta ahora los astrónomos y los astrobiólogos se han dedicado a buscar vida fuera del sistema solar a partir de biofirmas y tecnofirmas.
Las primeras hacen referencia a señales emitidas por procesos biológicos (como la presencia de vida, aunque ésta no sea vida inteligente) y las segundas, las tecnofirmas, tienen que ver con la huella tecnológica de una civilización. Por ejemplo, si es capaz de generar artificialmente ondas de radio; o si tiene la tecnología suficiente para producir energía eléctrica; o si posee enjambres de satélites orbitando su propio planeta, entre otras.
Una vez que estas firmas sean detectadas, seguramente los científicos concentrarán todo su arsenal tecnológico en intentar contactar con los habitantes de alguno de estos planetas.
De producirse contacto, éste cambiará nuestra forma de vernos a nosotros mismos y a nuestra especie. No estaremos solos en el Universo y seguramente tampoco podría descartarse la posibilidad de que esa civilización que ha sido hallada tenga intenciones hostiles y no sea tan bondadosa como lo imaginábamos.
Por el momento, lo que queda es esperar a que todos los esfuerzos en la búsqueda de vida en otros planetas se replanteen desde la perspectiva de este nuevo estudio donde el margen de error para encontrarla se reduce considerablemente.
Esta novedosa estrategia podría ponerse en marcha a partir del próximo lanzamiento del telescopio Nancy Grace Roman de la NASA, en octubre de 2026, el cual busca detectar más de 100,000 exoplanetas.
La búsqueda de vida en otros mundos ha sido una inquietud constante de nuestra civilización y me parece que la ciencia es el único camino viable para darle un sentido racional y real a esta búsqueda.
De no seguir ese camino, es probable que nos quedemos con meras especulaciones o, aún peor, con la postura de aquellos que erróneamente nos tratan de convencer, sin ningún tipo de prueba científica, que estas civilizaciones ya se comunican y que sus habitantes están entre nosotros.