
México.- Del 11 al 27 de julio de 2025, el gobierno capitalino presentó el espectáculo multimedia “Memoria Luminosa. México-Tenochtitlan: 700 años”. Como el nombre lo dice, este espectáculo tuvo la finalidad de conmemorar el 700 aniversario del establecimiento de la principal ciudad de los mexicas la cual, tras su caída a manos de una alianza entre españoles y otros pueblos mesoamericanos, daría paso a lo que hoy es la Ciudad de México. De cara a toda esta parafernalia cabe preguntarnos: ¿En verdad Tenochtitlan fue fundada en 1325?
Los orígenes
Los aztecas fueron un pueblo seminómada originario de una región llamada Aztlán, la cual se cree que pudo estar en alguna parte del norte de lo que hoy es México: la isla nayarita de Mexcaltitán; la zona noroeste de México; o el sureste de Estados Unidos. Cabe decir que en un principio se les conoció como aztecas, que significa “gente de Aztlán”, pero tiempo después se convirtieron en mexicas.
Los aztecas iniciaron una migración a través de una leyenda, y bajo la premisa de que su principal deidad Huitzilopochtli los guiaría para encontrar un lugar donde habitar permanentemente. La señal que debían buscar para llegar a la tierra prometida era un águila posada en un nopal alimentándose. Es aquí donde se plantea el principal problema de esta historia, pues desde un principio no hubo exactitud para saber en qué año partieron.
Se calcula que la migración azteca inició en alrededor del 1100 y llegó al Lago de Texcoco cerca de 200 años después. En su camino pasaron por Coatepec, Zumpango, Tepotzotlán, Acatitlan, Tula, Teotihuacan, Cuernavaca, Tepetlaoztoc, Chapultepec y otros sitios. De nueva cuenta, la precisión en el tiempo es vaga, pues no hay documentos o vestigios de esos años que constaten el viaje del pueblo mexica.
Fue también en ese periodo cuando cambiaron su nombre de aztecas por el de mexicas. Las dos interpretaciones más aceptadas sobre lo que la palabra mexica significa son: a) “los seguidores de Mexi” o “el pueblo de Huitzilopochtli”; y b) mexihca = metztli (luna) + xictli, que sería algo así como “el ombligo de la luna”, aludiendo a la cuenca del Lago de Texcoco, centro geográfico y cósmico.
Alrededor del 1300 ya estaban en las orillas del Lago de Texcoco, yendo de un lugar a otro. Se asentaron en Chapultepec, pero se fueron de ahí al entrar con conflicto con los colhuas. Deambularon por Tizapan, Huixachtitlan y finalmente se les permitió establecerse en un islote a mitad del lago, en el cual se establecieron, pues según la leyenda, fue donde hallaron la señal de Huitzilopochtli. Y sí, para esta llegada, tampoco tenemos una datación precisa.
Las dificultades para determinar una fecha exacta
El establecimiento de los mexicas en el islote del Lago de Texcoco es lo que históricamente marca la fundación de la ciudad. Sin embargo, los arqueólogos hasta el día de hoy no se han puesto de acuerdo en qué año pudo haber ocurrido la llegada a ese lugar. Si bien el motivo de la celebración de los 700 años se debe a que la ciudad debió haber sido fundada en 1325, no hay pruebas concluyentes para hacer esa aseveración. Los hallazgos arqueológicos apuntan a que, desde muchos años antes del establecimiento de los mexicas, el lugar pudo haber estado habitado y que ellos pudieron haber encontrado antiguos asentamientos toltecas en el sitio.
Pero si la Arqueología no ha ofrecido las pruebas irrefutables para sostener todo esto, ¿entonces de donde viene el año de 1325 como la fecha fundacional? A lo largo del tiempo se han elaborado distintas crónicas en las que sus autores proponen las fechas que, ya fuera por historias o tradiciones, consideran las correctas para definir la fundación de Tenochtitlan. Es así como esas fuentes nos dan las siguientes fechas: 1318, 1322, 1324, 1325, 1364 y 1366. Aun así, tampoco existen elementos en dichos documentos como para asegurar cuál fue el momento justo de la creación de Tenochtitlan.
Entonces, si no hay los elementos contundentes por parte la Arqueología y la Historia para llegar a la tan ansiada fecha, ¿cómo fue que se designó? Debemos decir que la decisión tuvo un trasfondo político-histórico. Por cuestiones prácticas, los Estados modernos desarrollados a partir del siglo XIX, han necesitado de fechas exactas que les permitan plantear un calendario cívico que marque las fiestas patrias y celebraciones. En el caso de México, tras el triunfo de los liberales en el siglo XX, y con el establecimiento del Estado postrevolucionario, el pasado prehispánico alcanzó gran importancia, pues en él se sustenta la base histórica de México. No es casualidad que el elemento del águila en el nopal sea el escudo nacional. Es por eso, y dada la importancia de Tenochtitlan en la historia de México, se debe tener una fecha exacta de su fundación. Fue así como se llegó a un consenso para designar la fecha más adecuada posible.
Para llegar a ese punto, se recurrió a fuentes escritas por indígenas y mestizos del siglo XVI. Estas fuentes fueron el Códice Mendoza, la Crónica Mexicana de Alvarado Tezozómoc, la Historia de las Indias de Nueva España de Durán, y los Anales de Tlatelolco, además de la recopilaron de tradiciones orales y registros pictográficos prehispánicos. El punto clave es que la mayoría de estas fuentes coloniales coinciden en señalar al año “2 Calli” (dos casa) del calendario mexica como la fecha de la fundación. Al hacer una correlación con el calendario gregoriano, se deduce que el año indicado es 1325. Fue así como, por un acuerdo colegiado de arqueólogos e historiadores que se llegó a la determinación de la fecha.
Conclusiones
Se puede decir que la fecha de 1325 no es “falsa”, pero tampoco “exacta” ni científicamente comprobada, sino más bien es una fecha “útil”, aceptada por un consenso simbólico, sostenido por una tradición historiográfica, una legitimidad política y un interés nacionalista del Estado postrevolucionario.
En muchas ocasiones las fechas tienen más una carga simbólica que histórica, y por lo mismo, cuando hablamos de la celebración de acontecimientos históricos antiguos, la precisión cronológica en ellas no es atributo, sino más bien una condición impuesta por quienes se encargan de escribir la historia, y por lo tanto de legitimar. Es el presente, y no el pasado en sí, el que determina a la Historia, porque ésta es un discurso acerca del pasado, no el pasado mismo.